Acuerdo con la Entente
El gobierno rumano firmó un tratado con los aliados el 17 de agosto de 1916 y declaró la guerra a las Potencias Centrales el 27 del mismo mes. El Ejército rumano era bastante grande, más de medio millón de hombres repartidos en veintitrés divisiones. Sin embargo, sus oficiales habían recibido escasa formación y estaban mal equipados, mientras que más de la mitad de las tropas apenas habían recibido instrucción. Además, el jefe del estado mayor alemán, general Erich von Falkenhayn, conjeturó que Rumanía acabaría combatiendo del lado de la Entente y ordenó que se preparasen planes para lidiar con ella. Gracias a la ocupación previa del Reino de Serbia en 1915, el fracaso de las operaciones de la Entente en Grecia y a los intereses territoriales por Dobrogea, los ejércitos búlgaros y otomanos también estaban dispuestos a marchar contra Rumanía.
El alto mando alemán, no obstante, estaba seriamente preocupado por la posibilidad de que Rumania entrara en la guerra del lado de sus enemigos, como reflejó el propio Hindenburg:
Es cierto que un estado tan relativamente pequeño como Rumania nunca antes había tenido un papel tan importante y, de hecho, tan decisivo en la historia mundial en un momento tan favorable. Jamás antes dos grandes potencias como Alemania y Austria se encontraron tan a merced de los recursos militares de un país que apenas cuenta una vigésima parte de la población de los dos grandes estados. A juzgar por la situación militar, era de esperar que Rumania no tenía más que avanzar donde quisiese para decidir la guerra mundial en favor de las potencias que habían estado lanzándose contra nosotros en vano durante años. Así, todo parecía depender de que Rumania estuviese dispuesta a hacer uso de su ventaja momentánea.
El nuevo frente transilvano contaba por parte de los Imperios Centrales únicamente con treinta y cuatro mil miembros de los cuerpos de guardafronteras, gendarmería y tropas de la reserva. En el sur, sin embargo, había grandes fuerzas búlgaras reforzadas por tropas alemanas, todas al mando del conquistador de Serbia, von Mackensen.
El ejército rumano, por su parte, dependía completamente de sus aliados occidentales para sus suministros de guerra y del deficiente y saturado sistema de transporte ruso para su abastecimiento. Contaba además con las prometidas ofensivas aliadas para impedir que los Imperios pudiesen concentrar sus ejércitos para aplastar Rumanía. Sus tropas, además, estaban mal entrenadas y equipadas y contaban con un cuerpo de oficiales deficiente. Las tácticas rumanas estaban, asimismo, anticuadas.