Atrocidades en los Balcanes
Los Balcanes, desde hacia siglos era conocido como el “Polvorín de Europa”, un amalgama de pueblos con diferencias raciales, idiomáticas, religiosas y culturales que desde mediados y finales del siglo XIX, si bien varios habían logrado conformar estados independientes luego de arduos años de lucha contra el Imperio Otomano, vivían “tironeados” por otros dos, el ruso, defensor de los pueblos eslavos y el austro-húngaro que ansiaba expandir sus límites hacia el sur.
Sin dudas era un caldo de cultivo para la tragedia, que no tardo en ocurrir el 28 de Junio de 1914, cuando el joven estudiante serbio-bosnio Gavrilo Princip asesino en Sarajevo, capital de la provincia austro-húngara de Bosnia-Herzegovina al heredero al trono de los Habsburgo, el archiduque Franz Ferdinand y su esposa, la Princesa Sofía Chotek, lo que llevaría al estallido de la guerra un mes después.
Esa misma jornada, furiosos ciudadanos croatas y bosnios de religión musulmana, azuzada por las autoridades imperiales lanzaron un verdadero “pogrom” contra los comercios y casas de ciudadanos serbios. Al mismo tiempo, los habitantes de Viena, Budapest y demás ciudades se lanzaban a la calle, y la frase “Serbien müsst sterben” (Serbia debe morir) comenzaba a expandirse como reguero de pólvora.
A lo largo de todo el mes de Julio de 1914, al compás de las arduas negociaciones diplomáticas entre los diferentes países y alianzas con la esperanza de evitar la catástrofe, el gobierno y el ejército austro-húngaro llevaban a cabo una política propagandística para mostrar la necesidad de vengarse de los serbios por el crimen que habían orquestado. En los célebres cafés de la bella Viena, las discusiones sobre arte, filosofía y música, daban paso a los sentimientos de venganza y odio.
Finalmente, el 28 de Julio de 1914, Austria-Hungría le declaró la guerra a Serbia, lo que generó un efecto en cadena que a las pocas semanas gran parte de las naciones europeas se habían sumado al conflicto. Luego de una serie de bombardeos preliminares a la fronteriza capital Belgrado, el ejército austro-húngaro comenzó el 12 de Agosto de 1914, la invasión del territorio serbio, sembrando el caos y la destrucción.
Desde un principio los soldados, principalmente húngaros, cometieron todo tipo de tropelías contra la población civil, hombres, mujeres y niños, fueron ahorcados, degollados o fusilados sin ningún tipo de misericordia, poblaciones enteras fueron arrasadas. La excusa, según el General Lothar von Horstein era que las patrullas de reconocimiento eran atacadas y masacradas por los pobladores rurales, lo cual era falso. Además los árboles frutales fueron cortados y los pozos de agua envenenadas en un esfuerzo para desalentar a los habitantes a volver .Sin dudas el objetivo era escarmentar a los civiles, no solo con motivos vengativos, sino también como advertencias a quienes resistieran.
Sin embargo, tanta crueldad resulto contraproducente, ya que el valiente ejército serbio, no solo resistió, sino que logró expulsar a los invasores, en dos oportunidades durante todo 1914, durante las célebres batallas del Cer, Drina y Kolubara.
Sin embargo, a principio de Octubre de 1915, luego de un largo periodo de estancamiento en el frente, fuerzas austro-húngaras, reforzada por alemanas comenzaron un nueva invasión por el norte, y para mediados de ese mismo mes, el Reino de Bulgaria se sumo al ataque desde el este, donde sus tropas también sembraron el pánico y el terror entre la población civil.
Pese a la valentía de sus soldados, el Gobierno serbio no tuvo más opción que iniciar una lenta retirada hacia el Mar Adriático a través del territorio aliado de Montenegro y el neutral de Albania. Los ataques contra los civiles eran una constante por parte de austro-húngaros y búlgaros, aunque no por parte de los alemanes, que sentían un gran respeto por la valentía de los serbios. Prueba de ello es la frase que expreso el Mariscal de Campo August von Mackensen.
«Hemos combatido contra un ejército del cual sólo habíamos escuchado cuentos de hadas».
La misma tuvo lugar cuando, pese al enojo austro-húngaro, erigió un monumento en Belgrado en honor a los soldados serbios caídos en la defensa de la ciudad.
Sin embargo su gesto de caballerosidad quedo opacado una vez que la campaña concluyó de manera exitosa. El territorio serbio fue dividido, en el sector búlgaro las autoridades militares y civiles cometieron sendas tropelías principalmente en las ciudades de Nis y Surdulica. Aunque no solo los serbios sufrían, sino también la minoría griega, como fue el caso de la reciente deportación de la ciudad de Xantil.
Por su parte, el recientemente designado Gobernador, el Teniente General Conde Johan von Salis-Seewis desarrolló una severa administración castigando la menor falta con duras sanciones, además milicias formadas por bosnios musulmanes y croatas asolaban las poblaciones rurales sin que las autoridades policiales interviniesen. Los civiles serbios debían soportar estos atropellos dado que si se resistían acabarían frente a un pelotón de fusilamiento.
Estas atrocidades no pasaban desapercibidas por las naciones de la Entente Cordiale, el 22 de Marzo de 1916, el periódico británico Daily Telegraph publicaba una crónica en la cual relataba que el gobierno italiano había presentado un informe gracias al testimonio de dos prisioneros de su ejército que habían huido desde el territorio austriaco a través de Serbia hasta llegar al neutral Reino de Rumania. En su camino habían sido testigo de salvajes represiones contra la población civil, según información que pudieron recolectar, las víctimas alcanzarían las 700.000. Además comentaban que las autoridades militares utilizaban gas para asfixiar a sus víctimas, como por ejemplo 3.000 mujeres en una iglesia de Belgrado. La crueldad era similar a la que cometían los búlgaros. Por su parte, el cronista expresa que los métodos eran peores que los utilizados por los otomanos contra los armenios.
Sin bien, el testimonio pudo haber sido magnificado, sin dudas la crueldad de austro-húngaros y búlgaros contra la población serbia y otras minorías era brutal.
Crónica del periódico británico Daily Telegraph sobre las atrocidades cometidas por austro-húngaros y búlgaros en la Serbia ocupada.
Ejecución de civiles serbios por parte de soldados del Imperio Austro-Húngaro.