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Archivo de la categoría: Curiosidades

Orden del Águila Roja


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La orden del águila roja es una orden de caballería instituida en 1731 por el Margrave Jorge Federico Carlos de Brandeburgo-Bayreuth.

Organizada en 1777 por el Margrave Cristiano Federico Carlos Alejandro de Brandeburgo-Anspach-Bayreuth fue finalmente aumentada y alterada por los reyes de Prusia Federico Guillermo II y el III. Este último aumentó una segunda y tercera clase alterando a la vez sus insignias distintivas en 1810.

Su divisa es una cruz orlada de oro y esmaltada de blanco. En el medallón que hay en su centro y en su anverso tiene un águila coronada de esmalte encarnado que descansa sobre una corona de laurel. En el reverso se ve la cifra de estas letras W y F. La cinta es blanca con una lista de color de oro a cada lado. Tiene placa y su mote es: Sincere et constanter.

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Medalla de la orden del Águila Roja.

 
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Publicado por en 1 diciembre, 2014 en Curiosidades

 

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Pour le Mérite


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La Pour le Mérite, conocida informalmente como el Max Azul o Blue Max, era la máxima condecoración militar concedida por Prusia y luego por Alemania durante la Primera Guerra Mundial.

Pour le Mérite für Wissenschaft und Künste, la clase civil de la condecoración.

Esta condecoración fue creada en el Reino de Prusia en 1740 y nombrada en francés (el lenguaje de la corte real) por el mérito. Hasta 1810, la condecoración era un honor tanto militar como civil, pero en enero de ese mismo año, el rey prusiano Federico Guillermo III decretó que sólo podría concederse a personal militar en activo.

En 1842, el rey prusiano Federico Guillermo IV creó la llamada clase de paz de la condecoración, la Pour le Mérite für Wissenschaften und Künste (Condecoración Pour le Mérite para las Ciencias y las Artes), con tres secciones: humanidades, ciencias naturales y bellas artes. Una de las más famosas artistas que recibió la clase de paz de la Pour le Mérite fue Käthe Kollwitz (aunque los Nazis se la retiraron posteriormente).

En 1866 se estableció una versión especial militar de Gran Cruz.

Fue durante la Primera Guerra Mundial cuando esta condecoración se hizo famosa internacionalmente. Aunque podía ser otorgada a cualquier oficial militar, sus condecorados más famosos fueron los pilotos de combate. En la guerra aérea, un piloto de caza era nominado inicialmente para el premio tras abatir ocho aviones enemigos. El as del aire Max Immelmann fue el primer piloto en recibir la condecoración, tras lo cual empezó a ser conocida entre los demás pilotos, por su color y su beneficiario, como el Max Azul (en alemán, Blauer Max).

El número de aviones derribados necesarios para optar a la medalla continuó incrementándose a lo largo de la guerra, llegándose finalmente a exigir el derribo de veinte aviones enemigos.

Pour le Mérite, clase militar, con su cinta.

De todas formas, la condecoración no perdió su carácter elitista y aristocrático: un tercio de los condecorados en la Primera Guerra Mundial eran generales o almirantes.

Los condecorados con un Max Azul estaban obligados a lucir la medalla, consistente en una Cruz de Malta con águilas entre los brazos, así como el monograma real y las palabras Pour le Mérite en la cruz, siempre que fueran de uniforme.

Algunos famosos condecorados con el Max Azul son Manfred von Richthofen, más conocido como el «Barón Rojo», el «Zorro del desierto» Erwin Rommel, el general Ferdinand Schörner, el comandante Oswald Boelcke, considerado el padre de la fuerza aérea alemana, y Hermann Göring, que posteriormente se convertiría en uno de los más importantes líderes del Tercer Reich. El último ganador de la Pour le Mérite fue el novelista Ernst Jünger (y la última persona condecorada en morir), muerto en 1998 y que, con 23 años, fue también la persona más joven en recibir la preciada condecoración. Pero ya hablaremos mas adelnate de estos famosos y conocidos condecorados.

La medalla fue abolida tras la abdicación del Káiser Guillermo II el 9 de noviembre de 1918.

En 1952, el presidente de la Alemania Occidental, Theodor Heuss, revivió la clase de paz de la condecoración como una organización autónoma bajo la protección del presidente alemán (pero no como condecoración de Estado, a diferencia de la Bundesverdienstkreuz).

 
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Publicado por en 1 diciembre, 2014 en Curiosidades

 

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Dirigibles en la primera guerra mundial


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La frenética carrera constructiva fomentada antes de la Primera Guerra Mundial hizo que Alemania estuviera a la cabeza en este campo aeronáutico y que contara con tripulaciones muy experimentadas en el manejo de este tipo de aeronaves.

Francia, el enemigo a batir por los dirigibles alemanes, siguió mayoritariamente la senda constructiva marcada por Santos Dumont con los dirigibles flexibles. Las primeras aeronaves de este tipo se manufacturaron con el fomento económico del Ejército y la Marina, pero este impulso institucional se frenó después de 1909, año en el que se destruyó el dirigible La Republique en un accidente. Poco tiempo después fueron surgiendo en el país una serie de industrias aerosteras que pusieron en vuelo dirigibles más complejos y que tenían el mismo denominador común: las grandes cubicaciones.

La firma Clément-Bayard fue creada por Adolphe Clément, empresario que atesoraba una gran experiencia como mecánico y fabricante de bicicletas y que con el paso del tiempo había conseguido una gran fortuna gracias a los beneficios obtenidos como representante de los neumáticos Dunlop. Después de haberse establecido por cuenta propia, abrió una fábrica de automóviles, adquirió una metalurgia y se volcó en su pasión, la aeronáutica. En 1908, Clément-Bayard encargó a la sociedad Astra la fabricación del primer dirigible que anticiparía una serie de seis aeronaves más cuyos volúmenes oscilaban entre 6.500 metros cúbicos y los 9.800 y que estaban propulsadas por motores de otra fábrica de su emporio industrial. La mayor parte de su producción la destinó al Ejército Francés (con la excepción del Clement-Bayard V, vendido a Rusia), y sus aeronaves se convirtieron en las primeras que sirvieron de plataforma aérea de pruebas para el empleo de la telegrafía sin hilos (TSH).

Los hermanos y empresarios azucareros Pierre y Paul Lebaudy se aventuraron en el mundo de la aeronáutica cuando subvencionaron el dirigible construido por el ingeniero Henri Julliot, que voló en 1902 y demostró tan buenas características aeronáuticas que les animó para que invirtieieran más dinero en la construcción del mismo tipo de aeronaves. Los dirigibles Lebaudy eran fácilmente distinguibles porque la barquilla colgaba de una aerodinámica estructura metálica construida con tubos de acero que se unía a la quilla situada en la parte inferior de la envuelta mediante una tela semirrígida. Estos empresarios tuvieron más éxito que Clément-Bayard porque, además de vender varias unidades al Ejército francés (que los mantuvo en servicio hasta el año 1911), exportaron sus dirigibles a Gran Bretaña, Rusia y un país tan germanófilo como Austria.

El nacimiento de la Sociedad Zodiaz se produjo en 1911 por el impulso del conde Henry de la Vaulx, convirtiéndose en la única empresa francesa que se atreverá a fabricar dirigibles flexibles, semirígidos y rígidos. Todo partió de la compra del pequeño negocio aerostero del pintor y entusiasta piloto Maurice Mallet, para ser transformado en una empresa especializada en la construcción de dirigibles de pequeñas dimensiones (como los Le Petit Journal y Conde de la Vaulx de 700 metros cúbicos y 720 respectivamente) y el diseño de aviones. Algunos episodios de la historia de Zodiaz guardan cierto paralelismo con la trayectoria de la empresa Ferdinand con Zeppelin. Cuando se produjo la pérdida del dirigible La Republique, el periódico Le Temps convocó una colecta popular en todo el país para construir un sustituto. El éxito fue tan rotundo que con el dinero obtenido Zodiac pudo  construir un nuevo dirigible (bautizado con el nombre del periódico francés) y aún sobró para que la empresa de dirigibles Astra hiciera otro (Lieutenant Chauré) y se adquirieran cuatro aviones. En 1912 De la Vaulx se aventuró en la construcción de un dirigible flexible que pudiera realizar mayores recorridos, botándose el Capitán Ferber de 6.000 metros cúbicos (al que se denominó tipo crucero), que tuvo tan buena aceptación que Clement-Bayard produjo otra aeronave con características similares, el Adjudant Vincenot.

En 1913, el Ejército francés le pidió a Zodiac que centrara su actividad fabril en el estudio y desarrollo de dirigibles de mayores dimensiones que tuvieron gran éxito en Francia y también en el extranjero (Bélgica, Estados Unidos y el Imperio Ruso adquirieron varios ejemplares), pero el hito constructivo en el campo de los dirigibles de Francia lo puso Zodiaz cuando entregó al Ejército el dirigible mas grande del parque aeronáutico francés: el modelo gran crucero Champagne I. Los buenos resultados económicos de la empresa le permitirían a De la Vaulx aventurarse en la construcción del único dirigible rígido francés de preguerra, diseñada en 1873 por el ingeniero Joseph Spiess, pero no llegó a construirse, por lo que tuvo que esperar cuarenta años para que sus planos fueran rescatados y sirvieran para su construcción.

Dirigible Clement-Bayard II , construido en 1910 para el ejército francés, es te dirigible no llegó a entrar en servicio. Fue el primero en cruzar el canal de la Mancha, y su transmisor inalámbrico realizó la primera comunicación radiofónica aire-tierra.

 

Durante la Primera Guerra Mundial

La posibilidad de utilizar dirigibles como bombarderos se había pensado en Europa desde mucho antes que ello fuera posible. H. G. Wells describe la destrucción de flotas y ciudades enteras por ataques de dirigibles en «La guerra del aire» (1908), y textos de otros escritores británicos no tan famosos sostenían que el dirigible alteraría para siempre el escenario de los conflictos mundiales.

El 5 de marzo de 1912 las fuerzas italianas fueron las primeras en usar dirigibles de uso militar para el reconocimiento al oeste de Trípoli tras las líneas turcas. Sin embargo, los dirigibles debutaron como arma en la Primera Guerra Mundial.

El conde Zeppelin y otros militares alemanes creyeron haber obtenido el arma ideal para contrarrestar la superioridad naval británica, y poder atacar en suelo inglés. Otros más realistas pensaron que el Zeppelin era un elemento valioso para exploración y ataque naval. Las incursiones se iniciaron a fines de 1914, tuvieron su cenit en 1915, y fueron más esporádicas después de 1917.

Dentro de las acciones llevadas a cabo por dirigibles durante la Gran Guerra cabe destacar la del dirigible militar alemán Zeppelin LZ-104, que el 21 de noviembre de 1917 partió de Yambol (Bulgaria) en una misión sin regreso para abastecer a las fuerzas del comandante Paul von Lettow-Vorbeck destinadas en el África Oriental Alemana, la cuales se hallaban en una situación precaria rodeadas por fuerzas inglesas y sin acceso a avituallamientos.7 Tras no pocos problemas y recorrer más de la mitad de su viaje (6800 km), a la altura de Jartum, en Sudán, la tripulación recibe un mensaje cifrado del comando naval alemán para que abortasen la misión y regresasen a su base debido a que las tropas coloniales que iba a abastecer se habían rendido. Lo que desconocía el comandante del aparato es que los ingleses habían roto hace tiempo los códigos navales secretos alemanes, emitiendo un falso mensaje sobre la capitulación de Lettow-Vorbeck.8 Una rendición que nunca llegó a producirse ya que fue este el único frente de batalla en las colonias donde Alemania no sería derrotada.

Dirigibles de guerra británicos

Mientras tanto, la Marina Real Británica reconoció la necesidad de contar con pequeñas aeronaves para contrarrestar los ataques submarinos en aguas costeras, y comenzó en febrero de 1915 a producir la clase SS (Sea Scout – Explorador del mar) de pequeños dirigibles. Tenían un volumen no superior a 2000 m³, y por economía de medios, utilizaron al comienzo propulsión simple (BE2c, Maurice Farman, Armstrong FK), alerones y timones de pequeña superficie. Igualmente se desarrollaron máquinas más avanzadas con góndolas como las de clase «C» (Coastal), C* (Coastal Star), NS (North Sea), SSP (Sea Scout Pusher), SSZ (Sea Scout Zero), SSE (Sea Scout Experimental) y SST (Sea Scout Twin).

La clase NS, después de problemas iniciales de puesta en funcionamiento, probaron ser los mejores dirigibles al servicio británico. Tenían una capacidad de algo más de 10.000 m³ de gas. una tripulación de 10 personas, y autonomía de 24 horas. Transportaban seis bombas de 100 kg y entre 3 y 5 ametralladoras. Los dirigibles británicos se utilizaron para exploración, limpieza de minas, y ataque de submarinos.

Durante la guerra, los británicos construyeron más de 225 dirigibles no rígidos, de los cuales varios fueron vendidos a Rusia, Francia, Estados Unidos e Italia. El Reino Unido, a su vez, adquirió un dirigible semirrígido clase «M» a Italia, cuya entrega se demoró hasta 1918. Para la época del armisticio se habían construido ocho dirigibles rígidos, y siete más estaban en avanzado estado de construcción. El gran número de tripulaciones entrenadas, baja tasa de fracasos y la experimentación constante permitieron al Reino Unido liderar la tecnología de los dirigibles no rígidos al término de la guerra.

Ya en esa época los aviones reemplazaban a los dirigibles como bombarderos, y los Zeppelin alemanes que quedaron fueron destruidos por su tripulación, vendidos o subastados por los Aliados como desechos de guerra. El programa británico de dirigibles fue más que nada una reacción al eventual poderío alemán en el tema, y se basó -aunque no totalmente- en la imitación de la tecnología alemana.

 
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Publicado por en 27 octubre, 2014 en Curiosidades

 

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Frases del Kaiser Guillermo II


  • Kaiser Guillermo II, Entrevista al Daily Telegraph el 28 de Octubre de 1908

«Alemania es un joven imperio en crecimiento (…) al que la legítima ambición de los patriotas alemanes se niegan a asignar límite alguno.»

  • Kaiser Guillermo II, Comunicado del 30 de Julio de 1914

«Inglaterra, Francia y Rusia han conspirado (…) para hacer una guerra de aniquilación contra nosotros.»

  • Kaiser Guillermo II durante un discurso en Berlín el 31 de Julio de 1914

«Alemania está pasando por un momento aciago…. Nos están poniendo la espada en las manos»

  • Kaiser Guillermo II, Septiembre de 1914

«Me avergonzaría mas rendir Tsingtao a los japoneses que Berlín a los rusos»

 
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Publicado por en 22 octubre, 2014 en Curiosidades

 

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Clément-Bayard, el hombre con «suerte» de la Primera Guerra Mundial


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Adolphe Clément-Bayard fue un pionero de la industria automovilística. Su imperio tuvo un corto recorrido pero, sin duda, de gran impacto. Icono en su Francia natal, su figura supuso una total ruptura con el ‘savoir faire’ de entonces. Construyó su empresa sin ser ingeniero, al contrario que los cabecillas de Panhard (firma absorbida por Citroën en 1967), y sin haber heredado la compañía, como en el caso de Peugeot o Renault. Su perfil de hombre modesto, sin formación y hecho a si mismo era, no solo reflejo de una época, sino que se convirtió en una aspiración para el hombre de entonces. Pero esa es tan solo una de las facetas de alguien que fue considerado un adelantado a su tiempo.

n octubre de 1914, un artículo publicado por LAS PROVINCIAS daba cuenta de la «suerte» de Clément-Bayard. Tras haber criticado las ambiciones bélicas de Alemania hasta dos años antes de que estallara la Primera Guerra Mundial, su figura estaba en el punto de mira. La muerte de uno de sus hijos en 1907 lo alejó lentamente del mundo del automóvil y en 1913 fue elegido alcalde de su ciudad natal, Pierrefonds, para en 1914, poco antes del comienzo de la guerra, dejar a su hijo Maurice al frente de la compañía familiar.

«Como alcalde, ha escapado a la muerte. Como propietario, su casa está en pie. Como coleccionista ha aumentado su colección con un autógrafo del duque Schelswig Holstein», narraba este diario en el apartado ‘La guerra pintoresca’. Cuando éste ya había abandonado la población, Pierrefonds fue invadida por el enemigo con el objetivo de fusilarle, pero los alemanes encontraron poco más que una doncella que les indicó que Clément-Bayard no se encontraba en la casa. El general llegó de noche y se instaló en la propiedad del empresario. Al día siguiente partió pero, antes, dejó el ‘autógrafo de coleccionista’. «Dejo a usted su casa con sus hermosas colecciones de arte tal y como la hallé […] He debido requisar un auto Clément-Bayard porque la división lo necesitaba para sustituir uno roto. Su criada ha recibido un bono que será reembolsado al cesar la guerra […] Ya ve que los alemanes no son los destructores de que se les acusa». Años después, sin embargo, sus empresas sí fueron ocupadas.

Octubre de 1914. Artículo ‘La guerra pintoresca’ publicado hace un siglo. :: LP

 
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Publicado por en 15 octubre, 2014 en 1914, Curiosidades

 

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La I Guerra Mundial, a ojos del Ejército Español


ABC.es

  • El Instituto de Historia y Cultura Militar organiza una exposición en Madrid que permitirá disfrutar de la Gran Guerra a través de un gigantesco archivo fotográfico
La I Guerra Mundial, a ojos del Ejército Español

Louis Hugelmann | Una unida Italiana, camino de Francia

Trincheras embarradas y antihigiénicas que había que defender hasta la muerte; gases nocivos que acababan con cientos de soldados sin derramar una sola gota de sangre, y nuevos ingenios mecánicos como carros de combate que revolucionaron las tácticas militares. Todas estas novedades las trajo consigo la I Guerra Mundial, una contienda en la que fallecieron millones de personas y que cambió el curso de la Historia. Pero esas fueron experiencias que, en principio, los soldados de la Península no pudieron vivir debido a la neutralidad española durante la contienda.

Sin embargo, y a pesar de que no se participó en la I Guerra Mundial, España no se mantuvo aislada de lo que sucedía en los campos de batalla de media Europa. ¿Cómo lo hizo? Gracias a los agregados y comisionados destinados en los diferentes países beligerantes, los cuales enviaban masivamente información al Estado Mayor del Ejército Español con todas las novedades acaecidas. Unos datos, a su vez, que solían estar acompañados de decenas y decenas de imágenes de los Ministerios de la Guerra o Estados Mayores de los ejércitos participantes.

Esto provocó que a las manos del Ejército español llegasen multitud de fotografías inéditas que quedaron archivadas, evadidas del mundo y perdidas en el tiempo. A menos hasta ahora, pues el Archivo General Militar (perteneciente al Instituto de Historia y Cultura Militar), en colaboración con el Centro Cultural Conde Duque del Área del Gobierno de las Artes, Deporte y Turismo del Ayuntamiento de Madrid, ha decidido organizar una exposición en la capital con una selección de estas imágenes.

La I Guerra Mundial, a ojos del Ejército Español

Tríptico de la exposición | IHCM

El criterio ha sido sencillo: han optado por dar a conocer casi dos centenares de las instantáneas más impactantes y aquellas que tienen un valor histórico mayor para que todo el mundo pueda disfrutar de ellas. Concretamente, la exhibición contará con un total de 160 imágenes y dos mapas de archivo. A todo lo anterior se sumarán, además, varias piezas de la Hemeroteca Municipal de Madrid, de la Biblioteca Histórica Municipal y de coleccionistas particulares.

Este magnífico pedacito de Historia podrá ser disfrutado en la sala 1 de exposiciones temporales del centro cultural Conde Duque (ubicado en la calle «Conde Duque 11») del 14 de octubre al 30 de noviembre. La visita, que será gratuita, podrá realizarse de martes a sábado (de 10:00 a 14:00 y 17:30 a 21:00) o, en el caso de domingos y festivos, de 10:30 a 14:00 horas.

Las I Guerra Mundial, imagen a imagen

Al entrar en la exposición, el visitante podrá sentir que ha viajado hasta los inicios del SXX, una época en la que media Europa estaba siendo arrasada por la I Guerra Mundial. Concretamente, las fotografías han sido organizadas en cinco fases. La primera sección versa sobre la situación de nuestro país al comenzar la contienda y su relación indirecta en la lucha.

Esto se debe a que, aunque España se mantuvo neutral, el Ejército si colaboró en la creación de la «Oficina Pro Cautivos» (cuya misión era interceder por los prisioneros y heridos de ambos bandos) y captó toda la información que pudo de los combates que se sucedían en los frentes occidental y oriental para mejorar sus tácticas y estrategias de combate.

La I Guerra Mundial, a ojos del Ejército Español

Cartel informativo de la exposición | IHCM

La segunda sección trata sobre el desarrollo de la I Guerra Mundial y se divide, a su vez, en cuatro partes: la guerra de movimientos, la guerra de posiciones, la crisis de 1917 y el desenlace de la contienda. Todas ellas cuentan con decenas de instantáneas realizadas por los mejores fotógrafos de la época y cedidas por agencias de tanto renombre como la alemana BuFa.

En tercer lugar, la exhibición se centra en el intenso uso de la propaganda que llevaron a cabo los bandos en conflicto (la cual puede apreciarse principalmente en el cine y la prensa, aunque también en el arte, la ciencia, la publicidad y en los productos de uso cotidiano, los cuales estaban cargados de spots políticos).

La cuarta parte de la exposición muestra multitud de imágenes que son capaces de trasladar al espectador hasta las mismas calles de los frentes en conflicto. En ellas, se puede ver cómo niños, ancianos y mujeres trabajaban duramente por mantener a flote una economía que, poco a poco, iba quedando destrozada bajo el peso de la guerra.

Todos ellos sustituían a los hombres que, fusil al hombro, habían abandonado el campo y las fábricas para acudir al frente a demostrar su valentía y el amor que sentían por su respectiva patria. Por entonces, además, la precaria situación era agravada por el hambre, ya que los alimentos eran un bien escaso y casi de lujo para los habitantes de los pueblos destrozados por las bombas.

La I Guerra Mundial, a ojos del Ejército Español

Trincheras durante la contienda | ARCHIVO ABC

Finalmente, la exhibición termina con las consecuencias que trajo consigo este duro conflicto. La pérdida de vidas humanas fue la más importante, pues hubo que llenar alrededor de diez millones de tumbas sólo con los soldados que cayeron en el frente, sin contar heridos y enfermos.

Esto provocó un desequilibrio entre hombre y mujeres en un rango de edad de 18 y 40 años, además de la devastación de las ciudades. Estos tristes resultados quedaron reflejados en las fotografías de edificios destruidos, vistas de prisioneros, y paisajes desolados. Tan dramática fue la situación que, como recordaban los agregados militares españoles en Francia -los coroneles Francisco Echagüe y Juan García Benítez- todavía quedaban cadáveres sin sepultar en algunos campos de batalla que visitaron al terminar la contienda.

 
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Publicado por en 14 octubre, 2014 en Curiosidades

 

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En un mundo de hombres


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A menudo olvidadas por la Historia, las mujeres jugaron un rol fundamental en el esfuerzo bélico durante la Primera Guerra Mundial.

«Sin mujeres no hay victoria rápida». Esta declaración hecha en 1915 por David Lloyd George, futuro primer ministro británico, ilustra la determinante implicación de las mujeres en el esfuerzo de guerra durante el primer conflicto mundial en todas las naciones beligerantes. Así lo recuerda un informe de la agencia noticiosa AFP, con motivo del centenario de la que entonces se llamó «Gran Guerra».

Al final de la guerra, en todos los países animan a las mujeres a regresar al hogar y a sus actividades tradicionales, pero en los años siguientes volverán al mercado del trabajo y se confirmará la feminización de los empleos en fábricas, en el sector terciario y en las profesiones liberales.

Al principio de las hostilidades, desde el 7 de agosto de 1914, el presidente del Consejo francés René Viviani, que espera una guerra corta, llama a las campesinas a reemplazar «en el campo del trabajo a quienes se encuentran en el campo de batalla«. Es el periodo de las cosechas y resulta vital no echarlas a perder.

Sustituir a los hombres del frente

Pero el conflicto se alarga y tanto en Francia como en Alemania muchas mujeres tienen que sacar adelante solas las explotaciones agrícolas, a veces incluso sustituyendo a los caballos requisados. Según el historiador Benjamin Ziemann, un 44% de las granjas bávaras estaban dirigidas por mujeres en 1916. En Francia, 800.000 mujeres dirigían explotaciones agrícolas.

Por toda Europa, las mujeres también sustituyen a los hombres del frente en oficios hasta entonces exclusivamente masculinos: cobradoras o conductoras de tranvías, camareras de cafés, empleadas de Correos, repartidoras de carbón, empleadas bancarias, maestras de escuelas masculinas…

Muchas se implican benévolamente para apoyar a los combatientes: madrinas de guerra o enfermeras como la inglesa Vera Brittain, que describirá su experiencia en sus memorias.
A partir de 1915, las industrias reconvertidas en defensa empiezan a contratar mujeres, en Europa y luego en Estados Unidos, que no entra en guerra hasta 1917.

35 toneladas diarias

Bautizadas «munitionnettes» en Francia, las trabajadoras de las fábricas de armas «se vuelven símbolos de la entrada de las mujeres en un sector masculino», subraya a la AFP la historiadora Françoise Thébaud, autora de la obra «Las mujeres en tiempos de la guerra del 14».

Unas 400.000 mujeres trabajan en la industria armamentista francesa a principios de 1918, una cuarta parte de la mano de obra de ese sector.

El trabajo de la tornera de obuses es agotador. «Cada obús pesa siete kilos. En tiempos de producción normal, 2.500 obuses pasan en once horas entre sus manos. Como debe levantar dos veces cada artefacto, cada día levanta 35.000 kilos», testimonia en «La voz de las mujeres» la periodista Marcelle Capy, que trabajó unas semanas en una planta de armamento.

Al final de 1917, en Francia, la mano de obra femenina en el comercio y la industria es un 20% superior a su nivel de antes de la guerra, según el ministerio de Trabajo. Un crecimiento más limitado que en Gran Bretaña, donde se estima en un 50%.

«Las francesas ya trabajaban mucho antes de 1914, unas 7,7 millones de mujeres estaban censadas como activas, un 36% de la población activa, mucho más que en Gran Bretaña y Alemania», explica Françoise Thébaut. Esas mujeres provenían principalmente de las clases populares, y la guerra favorece la llegada de las clases medias al mercado laboral.

Auxiliares del ejército

En Gran Bretaña ponen a trabajar a mujeres casadas de todos los medios sociales.

«En 1911, menos del 10% de mujeres casadas tenían empleo en Gran Bretaña, en Francia eran cerca de la mitad», destaca Laura Lee Downs, profesora del Instituto Universitario Europeo de Florencia. En las fábricas de guerra británicas, la mano de obra femenina alcanza el millón de obreras en 1918.

En Alemania, la movilización de mujeres en las industrias bélicas fue menos exitosa.

«No estaban bien pagadas ni tratadas, se retiraron muy pronto para poner su fuerza de trabajo al servicio de sus familias y buscar comida», una labor cada vez más entregada por la severa penuria reinante en los imperios centrales, sometidos al bloqueo marítimo aliado, explica Laura Lee Downs.

Las mujeres también estuvieron en el frente, como enfermeras o auxiliares del ejército. En Gran Bretaña, más de 80.000 mujeres se enrolan en los cuerpos femeninos auxiliares del ejército (Women’s Army Auxiliary Corps, WAAC) creados en 1917, como conductoras de camiones y ambulancias, cocineras, mecánicas…

En cambio, las mujeres combatientes fueron minoría; estuvieron presentes por ejemplo en el frente ruso, donde se crearon la primavera de 1917 unos «batallones femeninos de la muerte» por iniciativa de Maria Boshkareva, campesina y soldado.

 
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Publicado por en 7 agosto, 2014 en Curiosidades

 

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Un siglo del crimen de Lieja


abc.es

  • Cinco españoles figuran entre las primeras víctimas de las atrocidades de los alemanes en la invasión de Bélgica
Un siglo del crimen de Lieja

CEDIDA Dos de los españoles asesinados en Lieja

No les sirvió de nada que España se hubiera declarado neutral en la I Guerra Mundial. Entre las víctimas de los primeros días de la conflagración de 1914 figuran dos hermanos comerciantes y sus empleados, todos mallorquines, que fueron asesinados por el ejército alemán en Lieja como parte de una estrategia para aterrorizar a la población civil. En medio de las terribles tensiones políticas que desencadenó el conflicto, Alemania tardó un año en dar explicaciones y en indemnizar a los herederos de las víctimas.

En aquella Lieja de principios del Siglo XX, cuya universidad gozaba de un enorme prestigio internacional, los mallorquines regentaban una tienda de productos mediterráneos, llamada «Aux Jardins de Valencia».

En la fachada de la Universidad hay todavía una placa que rememora aquel crimen sucedido ahora hace un siglo y enfrente existe un comercio parecido, atendido ahora por una familia de paquistaníes, que ignoran todo de la triste suerte de unos esforzados emigrantes que hace cien años –igual que hoy ellos- trataban de forjarse un porvenir en un país lejano. Por supuesto, ninguno de los edificios de la manzana donde tenía su comercio Antonio Oliver Rullan sobrevivió a los hechos del 20 de agosto de 1914. Ni la sede de la Sociedad Libre de Emulación, una entidad de excitación intelectual de donde los ocupantes dijeron que habían partido los disparos, ni ninguna de las casas vecinas se salvaron del incendio provocado por los soldados alemanes. Prácticamente todo lo que había en la tienda de los mallorquines se perdió.

La situación de Bélgica

En los días previos al estallidos de la guerra, cuando Alemania exigió alRey Alberto I que dejase pasar a los ejércitos imperiales para atacar aFrancia, Bélgica se encontraba en una situación sin muchas opciones: si no aceptaba luchar para defender su neutralidad se arriesgaba a ser borrada del mapa, según fueran las consecuencias de la guerra, o condenada a vivir una paz sin honor, como un Estado vasallo. Por su parte, los militares alemanes, como el mariscal Colmar von der Goltz, abogaban por una guerra atroz y terrorífica, bajo el sarcástico objetivo “humanitario” de hacer más corta la conflagración.

Los habitantes de Bélgica fueron las víctimas de este pulso formidable, nacido en una corriente de circunstancias en las que no habían intervenido.

Técnicamente, el conflicto comenzó cuando el ejército imperial alemán lanzó el primer ataque contra Bélgica el 4 de agosto, lo que a su vez desencadenó la declaración de guerra por parte de Gran Bretaña.

Fusilados de noche

La ciudad de Lieja fue ocupada sin resistencia en pocos días, pero el modesto ejército belga se replegó e hizo lo posible por contener el avance alemán hacia el interior del país de modo que en dos semanas el alto mando empezaba a estar nervioso porque eso le permitiría a los franceses reorganizar sus líneas y anular el efecto de su maniobra. El día 20, se produjo un confuso incidente en el que los alemanes quisieron implicar a un grupo de estudiantes judíos de origen ruso que vivían en la plaza de la Universidad de Lieja, al lado de la tienda de los mallorquines. Los soldados detuvieron indiscriminadamente a numerosos civiles, varones, y a 17 de ellos los fusilaron por la noche en la misma plaza, utilizando las ametralladoras que acababan de incorporar a sus arsenales. Se sabe que los españoles hicieron valer sin éxito su condición de nacionales de un país neutral, pero Antonio Oliver Rullan, el dueño del comercio, su hermano Jaime y los también mallorquines Jaime Llabrés Bestar, José Niell Mestre yJuan Mora Ferrer, corrieron igual suerte que sus 12 convecinos belgas pasados por las armas.

Las autoridades belgas habían pedido a los civiles que se abstuviesen de llevar a cabo actividades que pudiesen ser interpretadas como hostiles por los ocupantes. De hecho, los mallorquines habían estado escondidos y habían ido a abrir la tienda para proteger sus intereses. De nada sirvieron las s˙plicas de un laborioso comerciante, su hermano y sus empleados, frente a un pelotón de fusilamiento de soldados probablemente fuera de control. La política de terror estaba en marcha y dos días después los alemanes seguirían las atrocidades contra los civiles en Tamines, donde ejecutaron a 422 personas, luego arrasaron Haybes, con más de 60 víctimas, igual que en Dinant, que tuvo que enterrar a 674 de sus habitantes, o en Termonde, arrasada, oLovaina, bombardeada y cuya biblioteca universitaria fue parcialmente incendiada.

Amparados en la confusión de los primeros días de la guerra, los alemanes respondieron a las demandas de información por parte del embajador de España, Rodrigo Saavedra, el Marqués de Villalobar, (que durante la guerra jugaría un reconocido papel de benefactor de los belgas ocupados) diciendo que los mallorquines estaban vivos, pero prisioneros en Alemania. Esta tesis alimentó durante mucho tiempo las esperanzas de la viuda, Rosa Vicens, de volver a ver su marido, pero no aclaraba los hechos. El escritor mallorquín, Llorenç Capellà, autor de un libro sobre el caso («Crònica de la mort ignorada» Ed. Ensiola) asegura que el Gobierno español de la época «trató de ocultar deliberadamente los fusilamientos» dando crédito a la versión oficial alemana, para no comprometer sus posiciones diplomáticas, o para no decantar las fuerzas favorables a una intervención en la guerra.

Entonces, el periodista Miguel de los Santos Oliver, también mallorquín, mantuvo viva la reclamación de que se esclareciesen los hechos y ante las sospechas de que se estaba tratado de encubrir el caso, el 24 de septiembre de 1914 publicó en ABC una amarga crónica en la que reclamaba al presidente Eduardo Dato que cumpliese «una función esencial de todo Gobierno en lo que respecta a la política exterior: defender a sus súbditos en la vida y en la muerte». Un año después, en junio de 1915, Alemania aceptó su responsabilidad y pagó una compensación de 182.000 marcos, lo que equivale a unos 630.000 euros de hoy, para distribuir entre todos los herederos, y el Gobierno español dio por zanjado el asunto.

Los restos de los españoles, destrozados por las ametralladoras, yacen junto a muchas víctimas de aquellas jornadas en un lugar desconocido del cementerio de Robermont. La plaza de la Universidad se llama desde entonces «plaza del 20 de agosto».

La guerra terminaría cuatro años después, a las 11 de la mañana del 11 de noviembre de 1918, con la derrota de Alemania y la victoria de Francia y los aliados. El rey de los Belgas, Alberto II, pasó a la historia como el soldado-patriota que salvó a su país y Alemania entró en el periodo de turbulencias que desembocarían en el auge del nazismo y en una nueva conflagración, aún más terrorífica. El héroe francés de la Gran Guerra, el Mariscal Philippe Petain, acabaría por traicionar a su propio prestigio en este segundo conflicto, aceptando someterse a un indigno pacto con la Alemania nazi. El Mariscal murió y está enterrado en la isla de Yeu, un lugar tan intensamente bonito, que probablemente ni siquiera los mallorquines asesinados en Lieja echarían de menos su Mediterráneo natal. El Rey Felipe de los Belgas y su familia tienen costumbre de pasar sus vacaciones en esa isla.

 
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Publicado por en 4 agosto, 2014 en Curiosidades

 

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Para saber más, Lecturas, películas, videojuegos…


elmundo

VICTORIA GALLARDO y JAVIER GONZÁLEZ CUESTA (Videojuegos)

¿Tiene sed de más y no sabe por dónde empezar? Le ofrecemos un listado de lecturas y películas con las que puede profundizar en las entrañas de un conflicto fascinante cuya impronta todavía se puede sentir hoy día. Y si ha disfrutado con atención de este Especial es muy posible que haya conocido ya a varios de los autores más destacados en el género en los últimos años. Ah, y si aun así no le llega, puede encontrar una recomendación personalizada en nuestro ‘Equipaje para viajar a la Gran Guerra’.

Historia

‘1914-1918. Historia de la Primera Guerra Mundial’, de David Stevenson. Editorial Debate. 2013. 896 pág. A través de un exhaustivo análisis que reexamina contexto, causas y consecuencias del conflicto bélico, el profesor de Historia Internacional David Stevenson responde los interrogantes más relevantes que planteó esta guerra.

‘1914. De la paz a la guerra’, de Margaret MacMillan. Editorial Turner. 2013. 864 pág.  ¿Por qué Europa puso fin a un largo periodo de paz de más de tres décadas? Ésta es la pregunta que sirve de hilo conductor a la historiadora Margaret MacMillan para guiar al lector en un recorrido marcado por una compleja red de alianzas e infinidad de cambios políticos y sociales.

‘Sonámbulos. Cómo Europa fue a la guerra en 1914’, de Christopher Clark. Editorial Galaxia Gutenberg. 2014. 778 pág. Viena, Berlín, París, San Petesburgo o Belgrado son algunos de los escenarios que aquí aparecen hábilmente conectados a través de las complejas relaciones internacionales que acabaron degenerando en el terrible conflicto.anapixel

‘1914, el año de la catástrofe’, de Max Hastings. Editorial Crítica. 2013. 728 pág. Gracias a una completísima documentación, que incluye testimonios oficiales, cartas y diarios, el periodista e historiador Max Hastings, hijo de un corresponsal de guerra, da su particular vuelta de tuerca a la Primera Guerra Mundial, ofreciendo un completísimo discurso alejado de los tópicos.

‘I Guerra Mundial: La guía visual definitiva’, de R.G. Grant. Editorial Akal. 2013. 360 pág. Imágenes de batallas, carteles de guerra, mapas o ilustraciones son algunos de los elementos que incluye esta completa publicación y que utiliza para retratar de una manera novedosa cuatro años de enfrentamientos.

‘La Gran Guerra’, de Canal Historia. Plaza & Janes Editores. 2013. 544 pág.Indagar en los motivos que desencadenaron el fatal enfrentamiento, analizar el espectro político, económico y social en el que se produjo o profundizar en la vida privada de sus protagonistas son tan solo algunos de los objetivos que se propone esta publicación.

Sumario

Portada del libro ‘Sonámbulos’, de Christopher Clark

‘La I Guerra Mundial. De Lieja a Versalles’, deRicardo Artola. Editorial Alianza. 2014. 280 págs.Huyendo de las descripciones sobrias y de las reiteraciones, la amplia selección iconográfica y cartográfica, los apartados íntegramente dedicados a la cronología y al armamento y la bibliografía comentada son algunos de los atractivos de este título de vocación divulgativa.

La Primera Guerra Mundial contada para escépticos’, de Juan Eslava. Editorial Planeta. 2014. 384 pág. Tal y como ya hizo en ‘Historia de España contada para escépticos’ (2010), Juan Eslava recurre a un discurso lleno de originalidad para guiar al lector por los principales escenarios y personajes que intervinieron en el conflicto.

‘España en la Gran Guerra’, de Fernando García. Editorial Galaxia Gutenberg. 2014. 448 pág. Más de una década de investigaciones han dado como resultado este volumen que lleva por subtítulo ‘Espías, diplomáticos y traficantes’ y en el que se ilustra el papel (en ocasiones decisivo) que tuvo nuestro país en el conflicto. De ahí la importancia que cobran aspectos como la intercepción de comunicaciones o el control de las redes de transporte.

‘Crónica de la guerra europea. 1914-1918‘, de Vicente Blasco Ibáñez. Editorial La Esfera de los Libros. 2014. 654 pág. Además de por su valor como trabajo periodístico, este título que Blasco Ibáñez escribió durante su exilio en Francia, también ha pasado a la historia por ser un fiel y detallado retrato de las fuertes convulsiones que sacudieron al viejo continente.

‘Las guerras de la Gran Guerra (1914-1923)’, de Francisco Veiga y Pablo Martín. Editorial Catarata. 2014. 320 pág. Militares, políticos y diplomáticos son algunos de los protagonistas de esta publicación, que indaga en las decisiones tomadas por estos personajes y que, al mismo tiempo, trata de dar respuesta al interrogante de por qué no fue posible evitar un segundo enfrentamiento.

Novela gráfica

‘La Gran Guerra’, de Joe Sacco. Editorial Mondadori. 2014. 16 pág. El 1 de julio de 1916, cerca de 20.000 soldados británicos murieron en el transcurso de la batalla del Somme. Tan trágico episodio aparece aquí relatado con todo lujo de detalles visuales en formato acordeón.

‘¡Puta guerra!’, de Jacques Tardi, Jean-Pierre Verney. Editorial Norma. 2010. 144 pág. El cómic y la historia van de la mano en esta narración cronológica del conflicto bélico. El artista Jacques Tardi pone los dibujos y el investigador Jean-Pierre Verney la documentación.

Biografía y novela

‘El mundo de ayer’, de Stefan Zweig. Editorial Acantilado. 2012. 552 pág. Escrito durante sus últimos años de exilio, esta obra es el legado de un testigo extraordinario que entremezcla retazos de la vida europea previa al estallido de la guerra con sus recuerdos y vivencias personales.

Sumario

Portada del libro: ‘1914: De la paz a la guerra’, de Margaret MacMillan

‘Rebelión en el desierto’, de T. E. Lawrence. Editorial Valdemar. 2005. 367 pág. Aunque, en un principio, este título fue concebido como un resumen de ‘Los siete pilares de la sabiduría’, acabó convirtiéndose en una novela repleta de acción, en la que el militar y escritor británico aparece dirigiendo tropas árabes y combatiendo contra turcos y alemanes.

‘La iniciación de un hombre: 1917’, de John Dos Passos. Editorial Errata Naturae. 2014. 168 pág. A mitad de camino entre lo literario y lo histórico, esta novela autobiográfica arroja una mirada diferente del conflicto a través de los ojos de un joven conductor de ambulancias en el frente francés, en el que se alistó como voluntario en 1917.

‘Adiós a las armas‘, de Ernest Hemingway. Editorial Lumen. 2013. 376 pág. Inspirada en las experiencias del propio Hemingway, que se alistó como voluntario en el ejército italiano y resultó herido durante el conflicto, la novela narra la historia de amor entre un joven soldado americano y una enfermera británica.

‘Las aventuras del buen soldado Svejk’, de Jaroslav Hasek. Editorial Debolsillo. 2010. 736 pág. Considerada por muchos como la novela más importante escrita en checo, la obra de Jaroslav Hasek pone su particular nota de humor gracias al protagonista de esta sátira, un entusiasta combatiente alistado en el ejército austrohúngaro.

‘Los cuatro jinetes del Apocalipsis’, de Vicente Blasco Ibáñez. Alianza Editorial. 2005. 464 pág. Francia, 1914. Los Desnoyers y los Hartrott, dos familias enfrentadas pese a provenir de un tronco común, se ven sumergidos de lleno en esta guerra que el autor conoció de primera mano gracias a su labor como corresponsal, la cual le llevó a visitar los frentes y la retaguardia para la elaboración de sus reportajes.

‘El sonámbulo de Verdún’, de Eva Díaz Pérez. Editorial Destino. 2011. 352 pág.Combinando escepticismo e ironía, esta novela se sumerge en infinidad de escenarios vinculados con el conflicto: desde la campaña de Serbia hasta el frente de los Alpes italianos, asomándose también por los cafés vieneses o dejándose caer por la mágica ciudad de Praga. Todo esto ocurre mientras Jaroslav, un joven desertor del ejército austrohúngaro que aguarda en las trincheras de Verdún el fin de la ofensiva.

‘Nos vemos allá arriba’, de Pierre Lemaitre.  Editorial Salamandra. 2014. 448 pág.El último Premio Goncourt narra una historia ambientada en noviembre de 1918, días antes del armisticio, con una trama detectivesca como hilo conductor y una sociedad asolada por la guerra como telón de fondo.

‘Adiós a todo eso’, de Robert Graves. Editorial RBA. 2010. 368 pág. Nada más estallar la Primera Guerra Mundial, este escritor británico se alistó en el ejército, en los Reales Fusileros Galeses. Años más tarde, escribió esta autobiografía, cuyo evocador título es toda una declaración de intenciones que se traduce en su afán por dejar atrás el horror vivido.

‘Diarios de la Gran Guerra’, de Gerald Brenan. Editorial Confluencias. 2010. 215 pág. La misma guerra que trastocó sus planes de viajar a Oriente es la que provocó los pensamientos y reflexiones aquí recogidos, un testimonio único de cómo este joven escritor buscó en las letras su refugio frente a las penurias que le deparó la vida en el campo de batalla.

Sumario

Cartel de la película ‘La gran ilusión’.

‘Tempestades de acero’, de Ernst Jünger. Editorial Tusquets Editores. 2013. 464 pag. Las anotaciones que el escritor y filósofo alemán tomó durante la época en la que combatió en el ejército alemán pusieron los cimientos de esta publicación, que fue prohibida por el régimen nazi.

‘La paga de los soldados’, de William Faulkner. Editorial RBA Libros. 2010. 410 pág. Marcada por su gran fuerza emocional, la primera novela del estadounidense cuenta la historia de Donald Mahon, un aviador herido en Georgia que regresa a casa acompañado de un veterano de guerra y de una viuda cuyo esposo ha fallecido en el mismo conflicto.

Películas

‘¡Armas al hombro!‘, de Charles Chaplin (1918).Cuando el soldado número 13 del ejército estadounidense sale de la trinchera, está convencido de que sus horas están contadas por culpa de su mala suerte. Sin embargo, tras capturar a un pelotón de alemanes, su valentía crece hasta el punto de ofrecerse voluntario para infiltrarse en el campo enemigo.

‘Alas’, de William A. Wellman (1927). Dirigida por un piloto de la escuadrilla Lafayette, la primera cinta ganadora de un Oscar a la Mejor Película narra la historia de Jack Powell y David Armstrong, dos jóvenes americanos enamorados de la misma chica que deciden alistarse juntos para combatir en la guerra.

‘Sin novedad en el frente’, de Lewis Milestone (1930). Basada en la novela homónima de Erich María Remarque y ganadora de dos Oscar, la película muestra la decepción que sufre un grupo de amigos que deciden alistarse en el ejército alemán alentados por un profesor.

Sumario

Cartel de la película ‘Sin novedad en el frente’

‘Remordimiento‘, de Ernst Lubitsch (1932).Atormentado por el recuerdo de un soldado al que mató en el frente, Paul Renard, un joven francés, decide partir rumbo a Alemania para localizar a la familia del fallecido y así poder reunirse con ellos para pedirles perdón.

‘La gran ilusión’, de Jean Renoir (1937).Considerada por muchos como la primera obra maestra de Renoir, la cinta profundiza en la camaradería y la amistad que se fragua en el día a día de unos prisioneros franceses retenidos en un campo de concentración alemán.

‘La reina de África’, de John Huston (1951). Tras el estallido de la Primera Guerra Mundial, un malhumorado capitán de barco y una misionera, a quienes dan vida Humphrey Bogart y Katharine Hepburn, se sumergen en un viaje repleto de peligros en su intento de huida de los alemanes.

‘Senderos de gloria’, de Stanley Kubrick (1957). Francia, 1916. El coronel Dax, interpretado por Kirk Douglas, recibe la orden de llevar a cabo una misión condenada al fracaso. Cuando el regimiento emprende la retirada, tres soldados se verán injustamente condenados a un terrible castigo.

‘La gran guerra‘, de Mario Monicelli (1959). Ambientada en la batalla del rio Piave, los protagonistas son dos soldados italianos cuya amistad se basa en la mera lucha por la supervivencia. Sin embargo, el devenir de los acontecimientos les acabará convirtiendo en héroes.

‘Rey y patria’, de Joseph Losey (1964). Al igual que hizo Kubrick en ‘Senderos de gloria’ casi una década atrás, Losey también escogió como protagonista para su película a un soldado acusado de deserción en plena batalla.

‘¡Oh, qué guerra tan bonita!’, de Richard Attenborough (1969). Además de por incluir numerosas piezas musicales, este título, que retrata momentos tan célebres de la Primera Guerra Mundial como la famosa tregua del día de Navidad, también es reconocido por suponer el debut como director del actor Richard Attenborough.

‘Johnny cogió su fusil’, de Dalton Trumbo (1971). Más de tres décadas tuvieron que pasar para que Dalton Trumbo llevase a la gran pantalla la novela que él mismo publicó en 1939, donde relata cómo un joven combatiente despierta en un hospital terriblemente herido y mutilado.

‘El barón rojo’, de Roger Corman (1971). Los enfrentamientos aéreos durante el conflicto han consolidado un auténtico subgénero, tal y como demuestra esta cinta en la que su protagonista, el barón Manfred von Richthofen, aterriza en 1916 en la Francia sitiada.

Sumario

Cartel de la película ‘Largo domingo de noviazgo’.

‘Galípoli‘, de Peter Weir (1981). Un jovencísimoMel Gibson fue el encargado de protagonizar este film ambientado en la célebre batalla que le da nombre y que, en 1915, enfrentó a turcos y alemanes con australianos y neozelandeses.

‘Y la nave va’, de Federico Fellini (1983). En julio de 1914, una embarcación cuyos ocupantes pertenecen a la alta sociedad europea zarpa desde Italia con los restos mortales de la cantante de ópera Edmea Tetua. Así es como arranca la historia de este viaje, que dará un radical giro con el estallido del conflicto bélico.

‘La vida y nada más’, de Bertrand Tavernier (1989). Dos años después de terminar la guerra, el comandante Delaplane debe encargarse de identificar y recopilar los datos de los cerca de 350.000 soldados franceses desaparecidos durante la contienda.

‘Capitán Conan’, de Bertrand Tavernier (1996). Inspirada en la novela homónima de Roger Vercel, la película gira en torno a una fracción del ejército francés que, en la posguerra, sigue actuando en la zona del Danubio bajo las órdenes de un oficial que continúa haciendo frente al bando enemigo.

‘Regeneration’, de Gillies Mackinnon (1997). En plena guerra, las paredes del Hospital Militar de Craiglockart son testigo de cómo el conflicto ha marcado para siempre la vida de sus pacientes. Entre los ingresados está el poeta Siegfried Sassoon, cuyos poemas antibelicistas le convirtieron en uno de los literatos más célebres de su época.

‘Largo domingo de noviazgo’, de Jean Pierre Jeunet (2004). Cuando recibe la noticia de que su prometido ha fallecido en el campo de batalla, Matilde se niega a creer tal cosa. Por eso decide emprender un duro viaje repleto de obstáculos para conocer la verdad.

‘Feliz Navidad’, de Christian Carion (2005). Basada en una historia real que Yves Buffetaut recogió en su obra Las batallas de Flandes y Artois 1914-18, la película narra cómo la noche del 24 de diciembre de 1914, los soldados alemanes, franceses y escoceses pactaron una tregua.

‘Caballo de batalla’, de Steven Spielberg (2011). Cuando la familia de Albert se ve arruinada, el joven comprueba desolado cómo se ven obligados a vender su caballo Joey nada más desatarse la Primera Guerra Mundial. A partir de ese momento, amo y caballo comienzan una lucha por la supervivencia.

Videojuegos

‘Darkest Hour: A Hearts of Iron Game’. Ampliación del juego Hearts of Iron II que extiende su periodo original (1936 a 1948) desde el inicio de la Primera Guerra Mundial, 1914, hasta 1964. Elige cualquier país del mundo y dirige su política internacional, sus investigaciones, su espionaje y,sus ejércitos, desde pequeñas divisiones de montaña a grandes armadas.

‘Victoria II’. Igual que Hearts of Iron II, aunque este juego hace mucho más hincapie en la política nacional y la economía. Su periodo abarca desde 1836 hasta 1936, incluyendo todas las revoluciones sociales e industriales que llevaron a la Primera Guerra Mundial.

‘Norm Koger’s The Operational Art of War III’. Clásico juego de estrategia de hexágonos que recrea a nivel operacional la mayoría de las batallas del siglo XX. Necesita dedicación y tiempo por su alto nivel de detalle.

‘Diplomacy’. Este histórico juego de mesa fue llevado a los ordenadores por Paradox. Centrado casi totalmente en la diplomacia, sitúa a los jugadores en el prólogo a la Primera Guerra Mundial.

Sumario

‘The Entente: World War I

‘The Entente: World War I‘. Juego de estrategia en tiempo real en el que el jugador puede controlar a cualquier da las cinco grandes potencias del conflicto.

‘Commander – The Great War‘. Juego de estrategia por turnos que abarca cinco grandes campañas. Permite jugar por correo electrónico con otros jugadores.

‘Ageod’s To End All Wars’. Recrea la Primera Guerra Mundial a varios niveles: militar, económico y diplomático. Incluye más de 1.600 líderes y 900 unidades diferentes.

‘Verdún’. Juego de acción en el que los jugadores forman equipos de hasta cuatro soldados, cada uno con habilidades diferentes. El mapa de la batalla está dividido en diferentes sectores, por lo que los combates decidirán la evolución del frente en tiempo real. Se encuentra en fase beta.

‘Battlefield: 1918’. Modificación del mítico ‘Battlefield 1942’, juego de acción on line en el que combaten en dos bandos decenas de jugadores en algunas de las batallas más importantes de la Segunda Guerra Mundial. EA ofrece el juego original gratis y este mod de la Primera también es gratuito.

‘Rise of Flight: The First Great Air War’. Uno de los escasos simuladores de vuelo salidos en los últimos años que recrean el frente de la Primera Guerra Mundial. Gran atención al detalle tanto como simulador como graficamente.

‘Toy Soldiers’. Híbrido de acción y estrategia en el que combaten soldados de plomo como si fuera la Primera Guerra Mundial.

‘Valiant Hearts: The Great War’. Juego 2D que, aún con su estilo cómic, recrea el horror de la Primera Guerra Mundial desde varios puntos de vista.

‘Blue Max: Aces of the Great War’. Uno de los primeros simuladores de vuelo de compatibles. Incluye además un modo ‘dogfight’ por turnos.

‘Dreadnoughts’. Gráficamente muy desfasado, pero aún hoy un gran juego de estrategia naval por turnos en el que se pueden recrear batallas como la de Jutlandia.

‘Great Naval Battles V: Demise of the Dreadnoughts’. Quizás la mejor saga de estrategia naval de la historia. Permite dirigir desde barcos en solitario a flotas en varias de las batallas más importantes de la Primera Guerra Mundial.

 
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Publicado por en 1 agosto, 2014 en Curiosidades

 

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Gräf & Stift Double Phaeton


Gräf & Stift Double Phaeton / Museo militar de Viena, Austria.

El Gräf & Stift Double Phaeton es un automóvil que fue producido por la marca de automóviles austriaca Gräf & Stift en el año 1910. Este automóvil es principalmente conocido por haber pertenecido al archiduque Francisco Fernando de Austria, en el cual fueron asesinados él y su esposa el 28 de junio de 1914 por el terrorista serbobosnio Gavrilo Princip, cuando circulaban por Sarajevo (Bosnia-Herzegovina). Es una limusina de 6 plazas con un motor de cuatro cilindros (número 287) que entregaba 32 CV, la cual primero había sido comprada por el Conde Franz von Harrach el 15 de diciembre de 1910.

El Double Phaeton es también conocido como «el automóvil maldito», debido a que, según algunas fuentes, tras su adquisición los propietarios empezaban a tener mala suerte, y la mayoría de ellos fallecieron en accidentes con este vehículo.1 Muchos años después del asesinato de Francisco Fernando de Austria, el Double Phaeton fue adquirido por el gobierno austriaco para exhibirlo en un museo, que fue bombardeado en la Segunda Guerra Mundial. Tras el bombardeo, se salvaron pocos objetos, entre ellos este automóvil.1 En el presente, el Double Phaeton es expuesto en el Museo de historia militar de Viena (Austria).

 
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Publicado por en 3 julio, 2014 en Curiosidades

 

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