Desde hacia varios siglos, el Imperio Otomano, había tomado posición de gran parte de la Península Arábiga, habitada por varias tribus muchas veces enfrentadas entre sí, que solo tenían como factor de unidad la fe musulmana representada en las ciudades sagradas de Medina y La Meca.
Sin embargo desde principios del siglo XIX, comenzó a desarrollarse una corriente nacionalista árabe, aunque generalmente de carácter moderada y reformista, dado que las principales demandas se basaban en un mayor pedido de autonomía, el uso del árabe en la educación, y cambios en el servicio militar obligatorio en tiempo de paz para que los reclutas árabes se les permitiera servir en sus tierras natales.
La revolución de los llamados “Jóvenes Turcos” en 1908, permitió el restablecimiento de un sistema parlamentario en el cual pudieron participar representantes de todas las nacionalidades, siendo los árabes el segundo grupo de importancia, por detrás de los turcos. Si bien en un principio las minorías creían que podrían tener más beneficios, con el correr de los años, los “Jóvenes Turcos” impusieron normas más centralistas y dieron impulso al “nacionalismo otomano”.
En 1909, un intento de golpe de estado de los sectores más conservadores y religiosos, quie contó con el apoyo de los principales dirigentes árabes, fracaso, por lo que los triunfantes Jóvenes Turcos, derrocaron al Sultán Abdul Hamid II y lo reemplazaron por su hermano Mehmet V, un mero títere.
En 1913, se reunió en París, el llamado Primer Congreso Árabe, en el cual un grupo de intelectuales y profesionales volvieron a reclamar una mayor autonomía dentro del Imperio, y que el servicio militar en tiempos de paz no fuese obligado a realizar en otras regiones. Sin embargo, por el contrario, ese mismo año, un nuevo golpe militar llevó a que el poder quedase concentrado en los líderes de los “Jóvenes Turcos”, principalmente en la figura del Ministro de Guerra Ismail Enver Pasha, por lo que aumentó la política de corte nacionalista y de represión hacia las minorías.
Si bien, el gobierno otomano declaro la neutralidad cuando estalló la guerra en Agosto de 1914, Enver Pasha, decretó la movilización de las tropas, por lo que los reclutas de todas las minorías debieron presentarse al servicio activo. Finalmente en Noviembre de 1914, el Imperio Otomano entró en guerra aliado a las Potencias Centrales, además Shaykh al-Islam Ürgüplü Hayri, la más alta autoridad religiosa de Constantinopla declaró la Jihad (Guerra Santa) contra los enemigos del Islam, o sea las naciones de la Entente Cordiale, con el objetivo de ganarse el apoyo no solo de los súbditos musulmanes, sino de aquellos que se encontraban dentro de las fronteras de las naciones enemigas.
Esta situación alertó de sobremanera al Imperio Británico, que con el ingreso de los otomanos a la guerra veía peligrar el libre abastecimiento de petróleo de los pozos petroleros de Persia, además de contar dentro de sus fronteras con millones de súbditos musulmanes que podían ser permeables a la proclamación de la Jihad.
Es por ello que el Gobierno en Londres comenzó a buscar alternativas para incentivar revueltas en el territorio otomano, siendo elegida la Península Arábiga, por lo que el Ministro de Relaciones Exteriores Sir Edward Grey, le encomendó la tarea al Alto Comisionado para el Protectorado de Egipto, el diplomático y Teniente Coronel Sir Henry McMahon, quien en base a consejos de sus asesores, decidió responder el 24 de octubre de 1915, una carta enviada con anterioridad por el Sherif y Emir de la Meca Hussein ibn Ali al-Hashimi, principal autoridad política y religiosa de todo el territorio arábigo, dado que tenía bajo su custodia las ciudades santas de Median y la Meca. Si bien nominalmente estaba bajo el poder del Sultán, gozaba de una importante autonomía, que le permitía entre otras cosas contar con un ejército comandado por su hijo, el Príncipe Faisal y estaba deseoso de lograr la independencia.
La carta expresaba:
October 24, 1915.
I have received your letter of the 29th Shawal, 1333, with much pleasure and your expression of friendliness and sincerity have given me the greatest satisfaction. I regret that you should have received from my last letter the impression that I regarded the question of limits and boundaries with coldness and hesitation; such was not the case, but it appeared to me that the time had not yet come when that question could be discussed in a conclusive manner.
I have realised, however, from your last letter that you regard this question as one of vital and urgent importance. I have, therefore, lost no time in informing the Government of Great Britain of the contents of your letter, and it is with great pleasure that I communicate to you on their behalf the following statement, which I am confident you will receive with satisfaction. The two districts of Mersina and Alexandretta and portions of Syria lying to the west of the districts of Damascus, Homs, Hama.and Aleppo cannot be said to be purely Arab, and should be excluded from the limits demanded. With the above modification, and without prejudice to our existing treaties with Arab chiefs, we accept those limits. As for those regions lying within those frontiers wherein Great Britain is free to act without detriment to the interests of her ally, France, I am empowered in the name of the Government of Great Britain to give the following assurances and make the following assurances and make the following reply to your letter: Subject to the above modifications, Great Britain is prepared to recognise and support the independence of the Arabs in all the regions within the limits demanded by the Sherif of Mecca. Great Britain will guarantee the Holy Places against all external aggression and will recognise their inviolability. When the situation admits, Great Britain will give to the Arabs her advice and will assist them to establish what may appear to be the most suitable forms of government those various territories. On the other hand, it is understood that the Arabs have decided to seek the advice and guidance of Great Britain only, and that such European advisers and officials as may be required for the formation of a sound form of administration will be British. With regard to the vilayets of Bagdad and Basra, the Arabs will recognise that the established position and interests of Great Britain necessitate special administrative arrangements in order to secure these territories from foreign aggression to promote the welfare of the local populations and to safeguard our mutual economic interests. I am convinced that this declaration will assure you beyond all possible doubt of the sympathy of Great Britain towards the aspirations of her friends the Arabs and will result in a firm and lasting alliance, the immediate results of which will be the expulsion of the Turks from the Arab countries and the freeing of the Arab peoples from the Turkish yoke, which for so many years has pressed heavily upon them. I have confined myself in this letter to the more vital and important questions, and if there are any other matters dealt with in your letters which I have omitted to mention, we may discuss them at some convenient date in the future. It was with very great relief and satisfaction that I heard of the safe arrival of the Holy Carpet and the accompanying offerings which, thanks to the clearness of your directions and the excellence of your arrangements, were landed without trouble or mishap in spite of the dangers and difficulties occasioned by the present sad war. May God soon bring a lasting peace and freedom of all peoples. I am sending this letter by the hand of your trusted and excellent messenger, Sheikh Mohammed ibn Arif ibn Uraifan, and he will inform you of the various matters of interest, but of less vital importance, which I have not mentioned in this letter.
Sir Henry McMahon
24 de octubre 1915.
He recibido su carta del 29 de Shawal, 1333, con mucho placer y su expresión de amabilidad y sinceridad me han dado la mayor satisfacción. Lamento que usted debería haber recibido de mi última carta la impresión de que yo consideraba la cuestión de límites y fronteras con frialdad y vacilaciones; tal no era el caso, pero me pareció que el tiempo aún no había llegado cuando esa pregunta podría ser discutida de manera concluyente.
Me he dado cuenta, sin embargo, desde su última carta que usted considera esta cuestión como de importancia vital y urgente. Por tanto, no perdí tiempo en informar al Gobierno de Gran Bretaña del contenido de su carta, y es con gran placer que le comunico a usted en su nombre, la siguiente declaración, que estoy seguro de que recibirá con satisfacción. Los dos distritos de Mersina y Alejandreta y partes de Siria se extienden al oeste de los distritos de Damasco, Homs, Alepo y Hama no se puede decir que sean puramente árabes, y debe ser excluido de los límites exigidos. Con la modificación anterior, y sin perjuicio de los tratados existentes con los jefes árabes, aceptamos esos límites. En cuanto a las regiones situadas dentro de esas fronteras en el que Gran Bretaña es libre de actuar sin detrimento de los intereses de su aliado, Francia, estoy autorizado en nombre del Gobierno de Gran Bretaña para dar las siguientes garantías y realizar la siguiente respuesta a su carta: Sin perjuicio de las modificaciones anteriores, Gran Bretaña está dispuesta a reconocer y apoyar la independencia de los árabes en todas las regiones dentro de los límites exigidos por el Sherif de La Meca. Gran Bretaña garantizará los Lugares Santos contra toda agresión externa y reconocerá su inviolabilidad. Cuando la situación se admite, Gran Bretaña dará a los árabes su consejo y les ayudará a establecer lo que puede parecer ser las formas más adecuadas de gobierno los diversos territorios. Por otro lado, se entiende que los árabes han decidido buscar el asesoramiento de Gran Bretaña solamente, y que los asesores y funcionarios europeos que pueden ser necesarios para la formación de una forma racional de la administración serán británicos. Con respecto a los “vilayets” de Bagdad y Basora, los árabes reconocerán que la posición y los intereses establecidos de Gran Bretaña exigen disposiciones administrativas especiales con el fin de asegurar estos territorios a partir de la agresión extranjera para promover el bienestar de las poblaciones locales y salvaguardar nuestra mutua económica intereses. Estoy convencido de que esta declaración le asegurará más allá de toda duda posible de la simpatía de Gran Bretaña hacia las aspiraciones de sus amigos los árabes y se traducirá en una alianza firme y duradera, los resultados inmediatos de los cuales serán la expulsión y la liberación de los pueblos árabes del yugo turco, que durante tantos años ha presionado fuertemente sobre ellos. Me he limitado a mí mismo en esta carta a las cuestiones más vitales e importantes, y si hay otros asuntos tratados en sus cartas que he omitido mencionar, podemos hablar de ellos en una fecha conveniente en el futuro. Fue con gran alivio y satisfacción que me enteré de la llegada a buen puerto de la Sagrada alfombra y las ofrendas de acompañamiento que, gracias a la claridad de sus instrucciones y la excelencia de sus arreglos, se desembarcó sin problemas ni contratiempos, a pesar de los peligros y las dificultades ocasionadas por triste presente de guerra. Que Dios pronto traerá una paz duradera y la libertad de todos los pueblos. Estoy enviando esta carta de la mano de su mensajero de confianza, el jeque Mohammed Ibn Arif Ibn Uraifan, y os informaremos de las distintas materias de interés, pero de menor importancia, que no he mencionado en esta carta.
Sir Henry McMahon
La misiva enviada por el diplomático al líder religioso expresaba el deseo del Imperio Británico de incentivar una revuelta árabe a gran escala a cambio de la promesa de independencia, para desviar la atención del Imperio Otomano y sus aliados de las Potencias Centrales.
Copia de un Fragmento de la Carta enviada por Sir Henry McMahon, Somisionado Británico en el Protectorado de Egipto al Sherif y Emir de la Meca Hussein ibn Ali al-Hashimi.
Sir Henry McMahon.
Sherif y Emir Hussein ibn Ali al-Hashimi.