web
Las cartas de los soldados a casa simpre me han parecido los testimonios más crudos e ilustrativos de los horrores de la guerra y de los sentimientos humanos. Espero que alguien encuentre más testimonios de soldados anónimos para completar el tema.
Su carta, a comienzos de Enero de 1918, es un documento impresionante y emocionante. Todo parece indicar que él se encuentra en Verdun, aunque no lo dice explícitamente: Verdun &emdash; el símbolo de la guerra de las trincheras y de las posiciones, donde en la sola batalla de Julio hasta Diciembre de 1916 murieron más de 700.000 soldados.
«Reverendísimo Padre :… su carta de Enero dándome su dirección me permite darle, por mi parte, algunas noticias. Me hubiese gustado haber podido hacerlo antes, pero en el ejército no se hace siempre lo que se quiere, hemos tenido que desplazarnos varias veces para llegar a tomar posesión de un sector famoso desde donde le escribo estas pocas líneas. A decir verdad, hay que tener ganas de escribir para hacerlo.
No encontramos aquí ninguna trinchera sino únicamente agujeros de obús llenos de agua, en un célebre bosque donde no queda nada más que algún que otro miserable tronco que los obuses no han querido arrancar. A nuestro alrededor nada más que devastación: no puedo descubrir más de dos metros que no hayan sido destrozados; cadáveres ya viejos que me siento en el deber de enterrar. No lejos de nosotros….. el alemán.
Todo eso me da pie a profundas reflexiones. Usted no conocería al joven tímido de antes! La guerra me ha cambiado mucho para hacerme el hombre de la situación: cada cosa en su tiempo. Por el momento, la guerra; si sufro a veces, es por culpa de la guerra, cuando tengo suerte, es también por la guerra. Es fatigoso, al fin, se entiende, pero tengo tal aversión a los alemanes que no les podré ver en adelante ni en pintura. Tengo la ocasión para ello en este momento, pero es para vengarme. Estoy contento de pertenecer a un cuerpo que no admite la fraternidad. Y estoy orgulloso de haber sido llamado, pues yo no lo he querido, a inculcar mis sentimientos a algunas decenas de camaradas. Yo no corro más riesgos por eso. La experiencia lo confirma, y además creo que estoy protegido de una manera particular.
La guerra también me ha hecho conocer la vida y lo que la vida es, en presencia de la muerte.
Fuera de esas pocas horas de meditación, olvido todo para alegrar un poco a mis camaradas. Es un bello apostolado después de más de tres años de guerra. Usted puede estar seguro que habré hecho mi deber.
Con lástima me despido, es el servicio quien me reclama ! Pero ¿Cuándo podré volver a verle? (Arch. Dehon. inv.»0067104)
Cinco meses más tarde, en una de las últimas grandes batallas en el departamento de l’Aisne, a la edad de veinticinco años, cuatro meses antes de finalizar la guerra, Paul Crépin murió.